“Ligeros de equipaje” (*)

Llegada la hora, todos debemos coger el equipaje y marchar. Enrumbar hacia algún lugar que desconocemos y hacernos de la idea que todo será para mejor.

Recuerdo que cada vez que alguien parte hacia algún lado en los dibujos animados o en las viejas series, el personaje coge su palito y un pañuelo grande. En él envuelve unos cuantos trapos viejos, abre la puerta de la casa, cruza el umbral y desaparece.

Después de esas sombras, lo acompañarán nuevas historias, nuevas personas, nuevas experiencias.

Marco buscó durante toda la serie a su mamá, Candy al Príncipe de la Colina, Gokú a las esferas del dragón, Beatrix Kiddo a Bill, Segismundo la libertad, Dante a Beatriz, … todos necesitan encontrarse con esa sustancia que da sentido a sus existencias.

Uno no vive para ser médico, publicista, químico, astrónomo o lo que sea, uno vive porque hay razones que lo hacen vivir. Poderosos e increíbles motivos que hacen que sigamos adelante.

“Yo no vivo para escribir, yo escribo para vivir”, citando a Vargas Llosa puedo decir que es cierto. Si uno hace lo que le place, vive. De otro modo, hablamos de un ser esclavo de sí mismo y de los demás.

Algunos creemos que la razón más lógica para seguir viviendo es el amor y lo es. Lo es porque sencillamente todo acto humano se basa en ello: el amor es el motor de las acciones humanas. El amor a un ser humano, a los animales, al poder, a uno mismo, al autoritarismo, a lo positivo o lo negativo. El amor desde todas sus aristas es el eje determinante para el mundo.

Ahora todos me preguntan por qué abandoné el ciclo de la universidad. Pero si ya estás en séptimo, cómo lo vas a dejar. Piénsalo, ‘Nerita’, piénsalo. Y aquí, no hay nada que pensar. A mis veinte años, puedo decir que me estoy librando de mí misma. Respirar cuesta y cuesta mucho. Abandonar la superficialidad, la rutina, el mecanismo monótono de siempre. El pensar como uno quiere, el ser libre, no es gratuito.

Apuesto a que yo podría ser Gregorio Samsa. Todo esto podría tratarse de un sueño o de una realidad, en la que todo lo que hago o lo que soy les parece extraño, raro, misterioso o repugnante. Apuesto a que podría ser Kafka porque yo tampoco quiero a mi padre, porque para él soy un bicho ajeno que va a la universidad, trabaja y punto.

Y entonces, como Gregorio, me despierto un buen día para ir a trabajar, pero me doy cuenta de que algo anda mal conmigo. Mi madre toca la puerta del dormitorio para despertarme y yo simplemente no puedo levantarme.

Todos me observan, nadie me toca y se comportan diferente, ¿o será que nunca me percaté de quiénes eran en verdad?, pero entonces ¿quién soy? ¿quiénes son ellos?

Cuando levanté esta ligera maleta de viaje, dije que no pensaría en los otros. Ahora tengo en mi mente, una fotografía estupenda de mamá y Joy juntas. A ellas las traeré conmigo más adelante, por ahora necesito encontrar el último rastro que dejé sobre la arena.

Un antiguo profesor me dijo que para un excelente viaje había que partir siempre ligeros de equipaje. Espero pues, que esta fotografía mental no sea un exceso, porque de todas maneras la pienso llevar.

En pocos meses retornaré a la universidad. Luego de esta pausa, quedarán un buen par de años para disfrutarlos en la redacción del diario y en las aulas de la ‘facu’. Ese lugar hasta donde llegan esas blondas y morenas melenudas muy ‘chic’ y ‘fashion’ para lucir lo más ‘in’, los metaleros más ‘darks’ que nunca, los ‘freaks’ como ellos solos y los que no encajamos en ningún sitio, vayan a saber ustedes porqué.

La mochila por ahora se queda llena de recuerdos y consejos dados por los maestros de siempre a quienes se les debe llevar como estampita de Sarita Colonia, y cuyos nombres pondría además como lemas en la parte trasera de un micro, como quien pinta: “Tu envidia es mi progreso” o “Guíame Señor de Muruhuay”.

Para iniciar el viaje no llevo mapas ni guías, solo la vocación. Sí, eso precisamente, vocación. Porque hasta ahora no conozco a ninguna persona que siguiendo su vocación, no haya sido feliz.

Tengo amistades que han dedicado su vida a los niños, a sus familias, a sus alumnos, a pintar, a fotografiar, a informar, a escribir, a curar. Me alegra saber que todavía existen personas llenas de ideales, de sueños, de metas imposibles, muy posibles de alcanzar.

Cada vez que llego a este paradero, pienso en el día de la partida y cada vez lo veo más cercano. Veo el viento desordenándome los cabellos, el sol cayendo durante la tarde y el largo viaje comenzando.

Para cuando llegue el bus, estaré lista. Tengo la maleta muy ligera y la mente repleta de imágenes y películas muy bien vividas, junto a personas maravillosas, a las que conocí en veinte años que recién empiezan.

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(*) El título proviene de una frase extraída del libro “Ligero de equipaje” de Carlos G. Vallés sobre el profeta Tony de Mello, que un estimado profesor de la secundaria repetía hasta el cansancio. A Omar, esta entrada, gracias por el obsequio.

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