A continuación, palabras que sabes que hoy son para ti.
Quisiera terminar el calendario de este año escribiendote esta postal y admitiendo que yo no soy la misma.
Pese a toda la fuerza que he intentado robar de las piedras, está mi amor secuestrado, está mi amor desvelado y revelado.
Sabes que está y, tal vez ello, sea el motor que te impide hablarme o siquiera escribir algunas líneas como en el pasado.
Esta mañana vi a tu sombra mirándome de frente sin tener algo que decirme, pasaste de largo, yo estuve allí. Estuve sentada frente al ordenador pensando en que sería posible decirte «Hola», pero no pudo ser así.
Tal vez aún no sepa entender la forma en la que gira el mundo, pero he podido dejarte y tú lo has logrado. Me has hecho entender que de alguna forma, yo era el ave de paso que estaba allí para creer,admirar,llenar de esperanza y no redimir…
¿Cómo no quedar devastada tras esa tormenta? Y me pedías que sea de hierro cuando todo a mi alrededor me derrumbaba de un soplido…
Si hallé alguna calma para el vacío, la encontré en la música y en la compañía de algunas almas que despertaron conmigo al amanecer. A diferencia tuya no he prostituido a mi corazón, jamás lo he ofrecido a cambio de redención alguna.
Por eso te pido que no esperes a Dios, no esperes a Cristo, no esperes a la esperanza ni a la fe… no las esperes…
Puede ser que me equivoque, puede ser que el poema de Aleja que escogí para ti no fue el adecuado, ni los cuentos que leímos por las mañanas, ni las canciones de Drexler que cantamos mientras hacíamos el amor…
Dejaste sobre el último peldaño (o acaso el primero) un zapato de princesa para mí… Dime si esperabas que caminara sola en el espesor de tu ausencia…
Ahora, nuevamente estás (imagino) iluminado. No sé qué decirte… ello será mejor… ello me hará saber por qué no has respondido a mi amistad como jurabas que lo hacías.
Y Mario tuvo razón siempre… aquella noche, aquel día pude decirte: «No te salves», pero arrojaste, con todas tus fuerzas, los millones de átomos que componían mi poesía…
sin aliento, temo no poder escribir nuevos versos…
y sin el mismo aliento, sonrío para poder decirte, que no tengas verguenza de mirarme otra vez, ojos de video tape.