Mujeres y fútbol: eterno desamor

Se dice que un periodista debe saber de todo. Que el comunicador, ¡vaya!, es una enciclopedia viviente, un extraordinario conocedor del mundo. Que lee, escribe, comparte y se introduce en mundos que jamás pensó conocer, pero son estos mundos los que lo especializan en su materia, porque, señores, el ser humano tiene sus gustos, modas y hobbies, y la profesión siendo extraordinaria no le manda a uno a escribir sobre lo que detesta, sino sobre lo que apasiona.(*)

Primera escena. La redacción llena de gente, papeles por aquí y por allá, cables, pc’s, notas, lapiceros, grabadoras, muchos cafés y coca colas, ah y la tele sintonizada en el canal deportivo. Comienza el partido y silencio, todos mutis. Las primeras jugadas son pésimas, gracias a un mal centro la pelota no llega a ver siquiera el arco aliancista.

Segunda escena. Las voces empiezan a murmurar, de pronto giras y te das cuenta que todos los ojos de la redacción apuntan hacia ti. Ansiosos, desesperados, preocupados y muy concentrados observan apuntándote con la mirada. Tú dices: ¿Qué sucede? Todos te callan. Hubo falta. ¡Eso merece un penal! -grita alguno por allí- ¡De hecho, eso es un faulsazo! Entonces atas los cabos: Están mirando el partido y no te miran a tí sino a la tele de 14’’. Están enfrentándose Alianza y Cristal, ya es el clausura y eso te parece muy poco.

Tercera escena. Suena el pitazo del medio tiempo y es hora de que todos tomen aire y comenten. Tú has comenzado a recordar a tu padre tendido sobre la cama comiendo canchita serrana y quejándose de lo mal que jugaba Waldir, diciendo: ¡negro de mierda! Y tú ahí sentadita disfrutando de tus bombitas con miel , pero condenada a ver el partido. Luego tu mamá viene y dice: alisten la mesa que ya es hora de almuerzo. Y se iban a almorzar viendo el partido y para colocar los platos sobre la mesa, mil acrobacias para no tapar la pantalla de la tele porque papá está mirando el ‘julgol’.

Cuarta escena. Los jugadores vuelven a sudarla, están un poco cansados y un DT detiene el juego para cambiar a uno de sus muchachos por un suplente que apenas es conocido. Todos critican: que no, que no puede ser, que porqué lo va a cambiar. No si, está cansado. Pero el otro no la va a hacer. ¡Qué bestia!

Quinta escena. ¡Condenado fútbol! Una mujer de curvas esculturales se detiene segundos frente a la pantalla, todos cortan el murmullo, se miran entre sí . ¡Oye, salte! Nos tapas. Piensas que así viniese Claudia Schiffer desnuda no lograría captar su atención por más de dos segundos. La pobre se aburriría los 90 minutos (con mucha suerte, si no hay tiempo suplementario) que dura un encuentro y luego recién podría sentirse deseada. Ninfa otra vez.

Sexta escena. No es que uno odie el fútbol. Tu no lo quieres odiar. El caso es que todos conspiran para que tú lo detestes y con ganas. Estás redactando la última nota de tu jornada ya son casi las cinco de la tarde. Es hora de que el juego termine. Es hora de descansar, llegar a casa y ver alguna película tirada en la cama y sin hacer más que mirar y mirar arte. Empiezas a relajarte, la tensión va bajando. Ya va a sonar el silbato del árbitro indicando que el partido finalizó y que todo quedó cero a cero. Ningún equipo anotó. Para suerte tuya tienes una reuna más tarde y dices: Quiero embriagarme.

Séptima escena. Estás en la reuna y tú y tus amigos se divierten. Chela, más chela. Música y baile. Salsa, qué bacán dices, qué bacán. Luego el pata con el que bailas pegadito empieza a hablarte, le dices que eres periodista sin tirarte flores y que has estado en la redacción y que quieres pasarla bien. Luego él te hace una pregunta: Oye, verdad, ¿sabes en qué quedó el partido?
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(*)Utópica, más utópica que nunca. A veces la profesión a uno le exige ciertas cosas como por ejemplo: redactar el fixture con los partidos del fin de semana.

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